sábado, 12 de mayo de 2012

¡¡¡¡¡Estrés!!!!!

Tengo a los amigos quejándose porque no voy a verlos, a los conocidos ofendidos porque no respondo a sus correos, a la familia mosqueada porque no saben de mí, y al novio preocupado porque piensa que ya no le quiero tanto. Y todo porque la presión se acumula, y en estas últimas semanas no hay tiempo casi ni para ir al baño... A este paso tendré que aprovechar que estamos aprendiendo a colocar catéteres urinarios y "tomar prestado" uno para uso personal.

Y es que entre las clases online, las reuniones con los tutores en la facu, estudiar nuestros dos módulos por semana, estudiar para los exámenes que empiezan la semana que viene, practicar técnicas que vamos aprendiendo, preparar dos presentaciones junto con otras alumnas, atender visitas postnatales de Susana y visitas prenatales de otras dos mujeres (una de las cuales sale de cuentas en dos semanas), cuando me doy cuenta se me ha pasado el día y es ya la hora de dormir. Aparte de eso, después de tirarme a veces 9 horas diarias en el ordenador, no me apetece pasarme un minuto más leyendo o contestancdo correos si puedo evitarlo. Y si por casualidad me quedan 15 minutos libres, los tengo que usar para sacar a pasear a mi perrita Muri, que estos días se pasa las horas despatarrada en la silla a mi lado mientras mi cabeza echa humo.

Puedo decir sin miedo a equivocarme, que nunca en mi vida había estado tan ocupada. Soy incapaz de imaginar cómo se las estarán arreglando las demás estudiantes, muchas de las cuales tienen niños pequeños de los que cuidar y que requieren atención... Y eso que tan solo llevamos 4 meses de carrera, y todo el mundo nos cuenta que el segundo año es mucho peor... y no veas ya el tercero. Al lado de esta carrera, la de Biología que hice en España allá por 1994 es un puzzle de 4 piezas; por aquel entonces, echabas tus horas tomando apuntes o en las prácticas, pero luego llegabas a casa y descansabas. Aquí no hay descanso, y ya van varios días que no dejo los estudios hasta bien entrada la noche, habiendo empezado a las 8 de la mañana.

Por fortuna me encanta lo que estoy haciendo, y lo que para otras es lo peor de la carrera - la impredecibilidad, el andar corriendo de un lado para otro, el estar ahora aquí, después en el hospital, y la hora siguiente en casa de una de las mujeres embarazadas a las que seguimos - para mí es lo que hace esta carrera tan emocionante.

Y me gustaría contar un porrón de cosas más, pero son ya las 10 de la noche y, a pesar de que es sábado, llevo con visitas y con estudios desde por la mañana... y mañana toca reunión con una compañera para ensayar nuestra presentación acerca de la episiotomía. Así que me voy a dormir pero ya.

sábado, 5 de mayo de 2012

Del dolor a la alegría

Después de que el viernes la comadrona de Susana nos hubiera dicho que su cérvix aún no se había empezado a dilatar, así que no esperásemos un parto inminente, me preparaba para un fin de semana tranquilo. Poco me esperaba yo que el sábado a las 6:15 de la tarde me llegaría la esperada llamada: Susana estaba teniendo contracciones, llevaba con ellas desde las 2 de la tarde y ahora eran más frecuentes y dolorosas. La comadrona y yo llegamos a su casa, y un examen vaginal confirmó que Susana estaba definitivamente en parto activo, dilatada ya 3 cm. Con mi nula experiencia en esto yo casi me esperaba un viaje a 200 km/h hasta el hospital de Lincoln con el niño casi que naciendo en el coche, como en las películas. Pero no, la comadrona se lo tomaba con muchísima calma. "Te recomiendo que te quedes en casa hasta que las contracciones se vuelvan más intensas y sientas la necesidad de empujar", le dijo. "Tu casa es el lugar donde vas a estar más cómoda, así que cuanto más tiempo estés en ella, más relajada estarás". Lo de "relajada" debía ser de coña, porque la pobre Susana parecía de todo menos relajada. Así que Susana y Paul se quedaron en casa llenando la bañera para ver si el dolor era menor en el agua, y la comadrona y yo nos volvimos a casita.

Como podréis haceros una idea, yo no fui capaz de hacer otra cosa que mirar el reloj y el teléfono cada 5 minutos. Por suerte tuve la oportunidad de cenar, porque poco me imaginaba yo que sería la última comida que iba a hacer en 16 horas, aparte de un par de galletas y muchas tazas de café.

A las 10 de la noche por fin llegó la llamada... Susana y Paul salían para Lincoln, y para allá fui también yo.

No os puedo dar muchos detalles específicos del parto, por temas de confidencialidad. Pero sí puedo deciros que me impresionó el dolor y el sufrimiento prolongado que vi en la pobre Susana. En la tele siempre te resumen los partos en 15 minutos como máximo, y es imposible apreciar el sentimiento de impotencia que te abruma cuando tienes a tu lado a una mujer a la que llevas acompañando en su embarazo desde hace ya tiempo, y con quien te has encariñado, pasar por semejante calvario. Siempre que se oye hablar de esto, las palabras que llegan a tus oídos son "es maravilloso, lleno de energía, el milagro de la vida". Y sí, lo cierto es que el proceso por el que un niño pasa de ser una forma indefinida dentro de la barriga de su madre, a presentarse allí delante de ti como un ser humano completamente formado y, por fin, independiente, es impresionante. Pero también es cierto que el sufrimiento, la indignidad y el dolor por los que pasa una mujer son abrumadores. Yo, que no soy una persona excesivamente espiritual, me encontré preguntándome varias veces dónde estaba la magia y la belleza, sobre todo durante una contracción particularmente dolorosa y cuando todo lo que se podía percibir en aquella habitación era sudor, sangre y otros productos orgánicos que no mencionaré; cuando podía identificar en la expresión de Paul la angustia y la frustración de ver a su mujer sufrir y sentirse inútil, porque hay poco que pueda hacerse aparte de apretar la mano y animarla; cuando la comadrona, sonriente, le decía a Susana que "lo estás haciendo fenomenal", y yo pensaba "si me dice eso a mí en medio de una contracción, le solmeno una patada en los morros"; cuando yo no sabía qué hacer, si estar allí al lado de Susana, o dejarla sola para tener un poco de privacidad. Personalmente, durante aquellos momentos, sólo podía comparar el proceso del parto con una tortura cruel y prolongada.

Y de pronto, tras horas y horas de contracciones, de empujones, de dolor... La cabeza del bebé se hizo visible. Y la expresión en la cara de Susana cuando se lo comentamos, y cuando ella misma pudo tocar la cabecita de su hija aún dentro de su cuerpo, me dio la pista de por qué, incluso las mujeres que sufren complicaciones durante el parto, las que tienen que lidiar con hemorroides, con desgarros que requieren cirugía, con forceps... incluso las que lo pasan peor que Susana, que no necesitó más analgesia que un par de Panadoles y algunas aspiraciones de gas y no sufrió desgarros, te cuentan después que todo mereció la pena.

El bebe salió del cuerpo de Susana en tan solo un par de empujones, después de 22 horas de parto. Y ya se puso a llorar ella solita un par de segundos después de hacer su aparición. Al contrario de lo que estamos acostumbrados en las películas y en muchos hospitales, nadie agarró al bebé, lo limpió, lo esterilizó, le cortó el cordón umbilical ni nada de eso... tal y como estaba, tan solo envuelto en una toallita y aún unido a su madre por el cordón, el bebé se fue directo a los brazos de Susana, piel con piel. Aunque Susana aún estaba demasiado exhausta como para reaccionar, el momento en el que los tres (el nuevo papá, la nueva mamá y la nueva vida) se quedaron en silencio, mirándose embobados el uno al otro, fue un contraste tan brutal al sufrimiento de las horas anteriores, que nadie quería decir nada ni hacer el más mínimo ruido para no romper el hechizo. Y allí nos quedamos todos, sonriendo, hasta que la comadrona, que había esperado a que el cordón acabase de palpitar, le ofreció a Paul las tijeras para que fuese él quien permitiera a su hija convertirse en una personita completamente independiente - otras familias deciden dejar al bebé unido a la placenta hasta que el cordón se seca y desprende por sí solo (lo que se conoce aquí como "parto Lotus").

Tras dar a luz a la placenta y ayudar a Susana a recuperarse un poco, nada más nos quedaba por hacer a la comadrona y a mi que volver a casa, comer algo, recuperar horas de sueño y reflexionar acerca de lo que acabábamos de contemplar. Para ella, uno más de los bebés de cuyo nacimiento había sido testigo. Para mí, el primero, el más especial, el que recordaré toda mi vida.

Al día siguiente pregunté a Susana qué opinaba de la experiencia del parto. "A decir verdad", me confesó, "¡ya se me está olvidando la mayoría de lo que pasó!". Me quedé alucinada... ¿22 horas de dolor y angustia y, apenas 24 horas después, ya se le estaban olvidando? Ciertamente yo podía recordar cada minuto de aquel día, y dudo que se me olvide jamás. Pero ahí está la diferencia... no era yo la que daba a luz. La protegida por una ensalada de hormonas que se asegurarían de que lo más recordado de aquel día no sería el dolor, sino el júbilo de conocer a su hija, era Susana. Para ella todo el dolor y sufrimiento tenían un propósito, que estaba ahora en sus brazos.

También recordaba Susana el apoyo de la gente a su alredeedor, por el que estaba muy agradecida. Me lo dijo mirándome a los ojos y con una sincera sonrisa en sus labios. Y se me encogió el corazón, ya que tras muchas horas dudando de que mi presencia allí hubiera servido más que para estorbarla en tan delicado trance, yo no estaba muy segura de mi papel. Y descubrí que el simple hecho de ponerle una toalla caliente en la espalda, o una fría en la frente, de apretarle la mano cuando el dolor parecía insoportable, de asegurarme de que tenía agua a su alcance cuando estaba sedienta, el gas a mano cuando lo necesitaba, y una palabra de apoyo y ánimo cuando parecía que estaba desesperada... resultó que todo eso no se olvida, y que le ayudó a que todo fuese más llevadero, a concentrarse en lo que hacía, en seguir adelante. Que es todo lo que necesitaba.

Hoy hay una mamá y un papá acunando a su nueva hija en Christchurch. Y yo estuve allí para verla nacer. Es la primera. pero me muero de ganas de conocer a muchos más.



jueves, 3 de mayo de 2012

Ya está aquí

Sí, el bebé ya ha llegado, y tengo a familia y amigos preguntándome por los detalles... Esta semana apenas tengo tiempo para respirar, menos aún para usar el ordenador para otra cosa que no sea estudiar, pero este fin de semana pienso tomármelo de relax y aprovecharé para contaros los detalles de mi primer parto - ¡que os adelanto que me tuvo presente durante 16 horas!

sábado, 28 de abril de 2012

Sigo esperando...



Seguro que la mayoría de vosotros estaríais esperando que os contara cómo fue mi primer parto... Pues no, aquí sigo, con Susana pasada de término (¿se dice así en español?) diez días hoy, y el bebé sin dar señales de querer salir.

Nueva Zelanda es un país en el que el intervencionismo médico en el embarazo se reduce al mínimo, y sólo cuando es necesario. Si un bebé llega tarde, y no hay ningún indicio de que haya problemas en el embarazo - el bebé se mueve a menudo, su pulso es normal, y la mujer está sana - lo más normal es esperar a que salga cuando más le convenga. No se suele ofrecer inducción del parto hasta las dos semanas después de salir de cuentas, a no ser que la mujer lo exija antes. Pero no suele ocurrir, porque el proceso de inducción hace el parto largo y más doloroso, aparte de obligar a la embarazada a dar a luz en un hospital, lo cual aquí no suele ser la primera opción. Así que Susana, a pesar de estar ya hasta las narices de esperar y esperar metida en casa, sigue con la esperanza de que el bebé se decida a nacer por sí solo. Y yo sigo de guardia, esperando la llamada, sin poder alejarme demasiado de Christchurch ni ir a sitios donde el móvil no tenga cobertura... GRRRR... Aunque bien pensado, es una introducción perfecta a la vida de una comadrona.


domingo, 22 de abril de 2012

Una semana en Maternidad


Esta semana pasada me he levantado todos los días a las 5 de la mañana, y aunque la jornada laboral es bastante normalita (de 6:30 am a 3 pm), ha sido una de las más agotadoras que recuerdo. Porque esta ha sido mi primera semana de estancia en el Hospital de Maternidad de Christchurch.

Cada día nos asignan a una matrona que será nuestra instructora ("buddy midwife"). Esa pobre mujer tiene que aguantar a una estudiante de primer curso, con tan solo 3 meses de carrera, y tratar de enseñarle todo lo que pueda, mientras al mismo tiempo lleva a cabo su trabajo, que ya de por sí es agotador. Las prácticas son en la planta de cuidados post-natales, con lo cual no vemos ningún nacimiento, pero sí cantidad de bebés recién nacidos (unos cuantos prematuros), y mujeres que han sufrido alguna complicación antes, durante o tras el parto: mujeres con pre-eclampsia (tensión alta a causa del embarazo), cesáreas, hemorragias, complicaciones con el bebé... Al principio, casi todo lo que haces es observar, escuchar y aprender. Tan pronto en nuestra carrera, no hay mucho más que podamos hacer: tomar la tensión, el pulso, temperatura y respiración, y poco más. Pero es alucinante lo rápido que se aprende, y la cantidad de cosas en las que se puede ser útil casi desde el principio. Y también la cantidad de meteduras de pata que se tiene la oportunidad de experimentar.

Entre otras muchas cosas, esta semana he aprendido que:

- Las mangas del aparato para medir la tensión tienen escrito "este lado hacia el paciente" por un motivo.

- La tensión no puede ser 50/0. Repite la medida.

- El "botoncito" en la parte de atrás del termómetro eléctrico hace que el tubito de plástico de un solo uso salga disparado a unos 4 metros de distancia si no lo estabas sujetando. Aunque la paciente y la matrona hagan como que no lo han visto... lo han visto.

- Las pacientes no piden la bebida "Kiwi Crush" a todas horas porque les encante el sabor. La piden porque es un laxante. Por eso te miran con cara de asesinas cuando les comentas lo buena que debe de estar.

 - Se puede pecar de exceso de entusiasmo. Cuendo la matrona te pide que le acerques una silla de ruedas, antes de salir espendolada de la habitación, correr por todo el pasillo, darte cuenta de que has ido en dirección contraria, correr de vuelta, llegar hasta los ascensores, molestar a tres matronas, dos enfermeras y un bedel preguntándoles dónde están las sillas de ruedas, encontrarlas, volver corriendo, enganchar una de las ruedas en la puerta de la planta, pasarte la habitación, volver a ella, y entrar triunfalmente... asegúrate de que no había una silla de ruedas detrás de la cortina, que era la que te estaban pidiendo.


- Cuando escribes tu primer informe en el historial médico de la paciente y te toca deletrear un palabro complicado, pregunta antes... así evitarás que tu primer registro firmado con tu nombre y apellidos tenga faltas de ortografía ("anaesthetist"... joer, si es que no me podía tocar una palabra facilita, no...).

- Cuando le hagas una palpación abdominal a una paciente embarazada, ten cuidado de no hacerle cosquillas. Eso sí, en casos de fetos muy pequeños y en posiciones poco comunes (como cuando están en la parte posterion del abdomen), esto puede ser muy útil, ya que cada vez que la paciente se ríe, se puede palpar el feto perfectamente. La próxima vez, llévate una lista de chistes malos para tratar de conseguir el mismo efecto.

- Las mujeres chinas, por tradición, no se lavan durante varias semanas después del parto. Los exámenes vaginales pueden requerir pinza para la nariz y preparacion psicológica previa.

- Los bebés de sexo masculino tienen la tendencia a mearte encima cuando les cambias el pañal.

- El meconio (las primeras cacas del bebé) tiene un aspecto espantoso... ¡pero no huele!

- La situación descrita en el punto anterior cambia en seguida, en cuanto el bebé empieza a mamar.

- La culpa de que una de las mesitas con cajones al lado de la cama de la paciente tenga una rueda mal y tienda a volcarse no es tuya. Pero el segundo cabezazo contra la estantería al tratar de estabilizarla, sí que podrías haberlo evitado. Al menos hiciste reír a la paciente.

Por suerte, las dos matronas que me tocaron como "buddys" durante la semana son extraordinarias, increíblemente pacientes, y no sé cómo se las arreglan para no mandarnos a las estudiantes a freír monas, teniendo en cuenta la cantidad de veces que las hacemos perder tiempo con nuestras preguntas y las veces que nos perdemos en la planta. Menos mal que la planta en cuestión es circular, con lo cual si te saltas el sitio a donde ibas, siempre puedes seguir dando vueltas hasta que lo encuentres (nota: después de la segunda vuelta, es buena idea preguntar a alguien para no parecer gilipollas).

Torpezas aparte, no recuerdo ninguna semana en la que haya aprendido tantas cosas como en esta. Lo cual me ha venido fenomenal, porque en cualquier momento estoy esperando una llamada de Susana... que salió de cuentas el miércoles, y ayer empezó a sentir las primeras contracciones. Teniendo en cuenta que es madre primeriza y que la cabeza del bebé aún no está colocada en la pelvis, puede ocurrir ahora mismo, mañana o la semana que viene... pero yo no me separo del teléfono. Porque pronto asistiré a mi primer parto :)


lunes, 2 de abril de 2012

Anécdota matronil #1

Susana, su marido Paul y yo durante una ecografía a las 36 semanas. La técnico está mostrándonos una imagen en tres dimensiones del bebé y explicándonos qué es cada cosa.

Técnico: ...y esa especie de tubo que se ve delante de la cara del bebé es parte del cordón umbilical.
Susana (con voz preocupada): uy, lo tiene justo delante de la boca... ¿No lo morderá?
Técnico: ...
Paul (en voz bajita): Erm... cariño... el bebé no tiene dientes aún...

jueves, 29 de marzo de 2012

Alivio y tocamientos varios

Versión Cefálica Externa, necesaria para modificar la posición de nalgas antes del parto

Susana estaba comprensiblemente nerviosa cuando la técnico de ecografía nos indicó que entrásemos. Un parto de nalgas no es cosa de broma. Si la posición del bebé no había cambiado, la semana siguiente tendría que acudir al Hospital de Christchurch para una ECV ("External Cephalic Version", o "Versión Externa" en español), mediante la cual el ginecólogo trata de voltear al bebé presionándolo a través del abdomen. Se trata de un procedimiento bastante doloroso, y que deja a la embarazada incómoda durante días. Además, incluso aunque se consiga dar la vuelta al niño, es posible que éste vuelva a cambiar de posición en el mismo día, o los siguientes. Si no se consigue la posición cefálica, y la embarazada decide dar a luz de manera vaginal, existe un 50% de probabilidades de que el parto tenga que acabar en cesárea de todos modos. Con todas las preocupaciones que ya conlleva un parto en sí, estos riesgos extra no son precisamente lo que una embarazada desea tener en la cabeza en la semana 36 de gestación.

Sin embargo, bastaron 3 segundos para transformar la preocupación en alivio. La imagen en la pantalla mostró un bebé cabeza abajo, sano, moviéndose continuamente y con todos los miebros y órganos en su sitio. La tensión en la sala se transformó en alivio, ilusión y miradas de complicidad entre Susana y Paul. Sus planes de un parto con la mínima intervención médica, y en el Hospital de Lincoln, volvían a ser posibles.

La reunión con la comadrona al día siguiente fue igualmente optimista. Los cuatro discutimos sus planes para el parto, que será en torno al 18 de Abril (si el bebé decide salir de cuentas el día que la comadrona ha calculado). El sexo del bebé va a ser una sorpresa, y el papá ha decidido ser el que corte el cordón umbilical, y si es posible, el que "atrape" al bebé cuando nazca. ¿Se ofrecen estas opciones en España?


Llegó la hora de tomar la tensión a Susana, y la comadrona me preguntó si deseaba hacerlo yo. En nuestras clases ya hemos estudiado toda la teoría de la presión arterial, y nos la hemos tomado unas a otras, pero nunca había tenido la oportunidad de medirla a una embarazada en una consulta. Me puse manos a la obra y, tras alguna dificultad para encontrar el pulso braquial (el que se escucha con el estetoscopio cuando se mide la tensión), el resto del proceso funcionó a las mil maravillas y yo me sentí tan orgullosa como si hubiera ganado una competición. Pero lo mejor fue cuando la comadrona empezó a hacerle una palpación abdominal a Susana, y me preguntó si quería hacerla yo... ¡Mi primer tocamiento barriguil! Allí me puse yo a estrujar chicha y a tratar de encontrar al bebé (primero) y determinar en qué posición estaba (segundo). Lo primero no fue tan difícil, ya que pesando casi 3 kilos en seguida encuentras un bulto bastante grande por la zona. Lo segundo es como tratar de averiguar qué parte de un gatito estás tocando si lo metes debajo de 10 mantas y sólo te puedes guiar por tus manos encima de las mantas. Aparte de estar constantemente preocupada de no hacer daño ni a la mamá ni al bebé... Tras explorar un ratito conseguí identificar correctamente el sacrum (el culete, hablando en plata) del niño... pero el resto del cuerpo y la cabeza, ya era otro cantar. Mientras trataba de seguir el perímetro del cuerpo con mis manos... de repente algo se movió entre mis dedos... Mis ojos se abrieron como platos, miré a Susana y le pregunté, emocionada: "¿¿Lo has notado??", "Sí, el bebé se ha movido" contestó ella con una sonrisa. A través de la piel de Susana, del músculo, y de la pared del útero y las membranas... un bebé chiquitín se movió en respuesta a mis palpaciones. Todavía se me acelera el corazón al recordarlo. ¡Me muero de ganas de volver a sentirlo!