domingo, 4 de diciembre de 2011

Hay algo en el agua

He perdido la cuenta de las veces que la gente me pregunta: "¿Y qué tiene Nueva Zelanda, que todo el mundo que ha estado por allí habla maravillas del país?".

Dicen que una imagen vale más que mil palabras...hoy quiero compartir con vosotros algunas imágenes (y unas cuantas palabras) de algo mágico que he vivido durante este fin de semana. Algo que me recuerda lo increíblemente afortunada que soy, no sólo de contar con salud, trabajo y amor a raudales, sino de tener la oportunidad de vivir la magia de días como el sábado y el domingo, en los que la Madre Naturaleza me regaló una de las experiencias más emocionantes y enternecedoras que jamás he vivido.

Todo empezó con la visita de unos representantes de la empresa de Él en Inglaterra. Tras una semana llena de reuniones de trabajo, la empresa decidió ofrecer a los visitantes un fin de semana relajante en Akaroa. Como era ya la quinta vez en dos meses que Él pasaba el fin de semana fuera de casa por motivos de trabajo, su empresa me incluyó en el grupo, y yo hice de "organizadora" de las actividades del fin de semana.

La Península de Banks (Isla Sur, Nueva Zelanda)

Akaroa es un pueblecito costero situado en la Península de Banks, a hora y media de Christchurch. Entre las muchas posibilidades que ofrece al visitante, mi favorita es la oportunidad de observar, en su entorno natural, numerosas especies de mamíferos y aves marinas: focas, delfines, pingüinos, albatros, cormoranes... Todos ellos utilizan las tranquilas y templadas aguas que invaden la Península, formando una especie de lago de agua salada, para criar a sus familias, o bien como descanso de su larga migración. De los animales que se pueden ver en la zona, mis favoritos son los delfines Héctor, la especie más pequeña y más rara de delfín en todo el Mundo, presentes sólo en Nueva Zelanda. Estos delfines son muy diferentes a los que estamos acostumbrados a ver en otros países: miden poco más de un metro de longitud, son de color blanco y negro (similar a una orca), y su característica más distintiva es su aleta dorsal, que en vez de tener forma de hoz, es redondeada. Recuerda un poco a la oreja de Mickey Mouse. Aunque estos delfines están en peligro de extinción, parecen sentirse seguros en la Península de Banks, y es fácil verlos incluso sin salir del puerto, alimentándose, jugando y curioseando entre los barcos, para el deleite de vecinos y turistas.

Él y yo ya habíamos tenido la oportunidad de observar estos preciosos delfines muy de cerca, al tener Akaroa a la vuelta de la esquina. Desde el puerto pudimos verlos en varias ocasiones, estuvimos nadando con delfines dos veces, y en un viaje en canoa el año pasado, dos de estos cetáceos se nos arrimaron tanto que casi pudimos tocarlos, aunque se trató de una breve visita.

El sábado nos montamos en el barco en un día claro, cálido y espectacular para adentrarnos en un mundo plagado de vida. En tan solo unos pocos minutos, el barco se vio rodeado de delfines Héctor, que se acercaban curiosos, y jugaban en la proa del barco, aprovechando las olas que creaba. Apenas un grupo se alejaba, otro más venía a hacernos compañía, haciendo las delicias de todos.



Dirigiéndonos hacia la entrada del mar en la península, el capitán del barco nos avisó de otros dos animales aproximándose por babor. A primera vista creímos que se trataba de dos delfines más, ya que su tamaño era similar, y saltaban del agua de manera parecida a cómo los delfines lo hacen.



No obstante, estos animales eran mucho más rápidos, y de cuerpo más oscuro. Cuando nos aproximamos, pudimos comprobar  que se trataba de... ¡dos focas!.




Es difícil de describir la sensación de ver a esos dos magníficos y hermosos animales saltando en el aire, las dos al mismo tiempo, como dos niños corriendo, y riendo. Aquel despliegue de saltos y chapoteos sincronizados no era debido a la prisa por llegar a ninguna parte, ya que nadar bajo el agua les habría proporcionado más velocidad. No, lo que veíamos ante nosotros, sólo puede describirse como una muestra de júbilo, de simple y llano placer de vivir. Con enormes sonrisas en nuestras caras, seguimos a las dos focas hasta que no eran yas más que dos puntos en el horizonte.

No había terminado la Naturaleza de hacer alarde de sus criaturas. Poco después de visitar las distintas formaciones rocosas y las fallas y rocas volcánicas que caracterizan a esta zona - la Península de Banks se originó como consecuencia del colapso de dos volcanes -, cuando ya regresábamos a puerto, vislumbré una serie de cabecitas flotando sobre el agua.



"¡Pingüinos!", grité, haciéndole señas al capitán, "¡Pingüinos a babor!". Y efectivamente, allí estaban: un grupo de unos 7 de los pingüinos más pequeños del mundo, los Pingüinos Azules, agrupados y alternándose para sumergirse y buscar pececillos.


Regresamos de aquel crucero convencidos de que nada podría superar semejante experiencia.


El domingo amaneció con otro glorioso día, con el agua tan plana como un espejo, ideal para echarnos al agua con las canoas.


Yo, posando cual profesional del kayak


Teníamos la esperanza de encontrarnos furtivamente con algún delfín Héctor, pero nada nos preparó para lo que iba a suceder.

Los delfines, ese día, tenían ganas de jugar.



Las aguas cercanas a Akaroa eran un hervidero de delfines Héctor. No tardamos ni 20 minutos en divisar a los primeros, a unos 100 metros, fácilmente identificables por su aleta redondeada... Y no necesitamos perseguirlos, porque en cuanto se percataron de nuestra presencia, fueron ellos los que vinieron a saludarnos.


Nos rodearon. Nadaron al lado de los kayaks. Nos dirigieron, dos a la vez delante de cada kayak, a sus zonas favoritas. Jugaron con nosotros, acercándose rápido y sumergiéndose bajo el kayak un segundo antes de chocar con ella. Se nos ponían al lado mientras remábamos, mirándonos con sus ojos risueños, casi posando para nuestras fotos. Docenas de delfines, un grupo tras otro, dándonos la bienvenida a su hogar y tratándonos como amigos.

La sensación fue indescriptible.

Y una vez más, lo mejor no había llegado aún.

Volvíamos ya al puerto, cuando vi a Él delante de mí detener el kayak y mirar a su derecha. "¡Otro grupo de delfines!" pensé, feliz. Y sí, lo era. Pero este era especial. Él dijo algo que no entendí, excepto por la últimas palabras: "¡...una cría!". El corazón me dio un vuelco, y supliqué en mi mente que no hubiese oído mal. Ver una cría de delfín Héctor es extremadamente difícil, ya que las madres suelen ser muy protectoras.

Me acerqué a los demás kayaks y traté de seguir sus indicaciones... no tuve que esforzarme mucho, ya que una vez más, ellos vinieron a vernos a nosotros.

Magia.




Ondas en el agua. Tres cuerpos que se elevan sobre la superficie. Dos adultos. Y al lado de uno de ellos, de no más de 50 cm, la criatura más hermosa, más enternecedora que he visto en mi vida.


Una cría de delfín Héctor.

Parecía que era ella, la cría, la que dirigía a los adultos, a ver qué eran esas cosas amarillas sobre el agua, con esas criaturas extrañas que movían sus alargadas aletas y emitían sonidos extraños. "¡OOOHHH! ¡AAAHHH! ¡Mira, allí están otra vez, qué preciosidaaaad!". Estoy segura de que yo sonaba como una auténtica imbécil, pero me importaba un pito. Se me caían las lágrimas de la emoción.

Sí, esa cosita chiquitita a la izquierda del kayak amarillo es una cría de delfín Héctor

La familia volvía una y otra vez a visitar cada kayak. De lejos, veías tres aletas que se acercaban. Cuando estaban a unos 20 metros, los delfines alzaban la cabeza y te miraban. Se acercaban hasta que casi podías tocarlos, buceaban por debajo del kayak, y resurgían al otro lado, mirándote de lado con sus ojos pícaros. La cría era de un color algo más oscuro que sus padres. No se separaba de uno de los adultos, que debía ser la madre, pero no quería irse tampoco, y volvía una y otra vez, posiblemente tan encandilado por aquellas criaturas extrañas como estábamos nosotros con él o ella.

Es algo que no olvidaré jamás.

"¿Y qué tiene Nueva Zelanda, que todo el mundo que ha estado por allí habla maravillas del país?"

Tiene cosas como estas.


Sin palabras...

12 comentarios:

  1. ¿Qué tendrá, qué tendrá? El agua verde esmeralda, por ejemplo. Ese color que me lleva ahora a un verso de una poesía de Agustín García Calvo, a la que puso música el gran Chicho, y que canta Amancio Prada: Las moras negras

    Por cierto, lo de escribir "Él" me suena a algo bíblico. Debe ser la hostia :-)

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  2. Qué preciosidad de fotos y de paisajes. Seguro que al natural impresiona más.
    Hasta mi hija que es bastante parca en palabras y le cuesta expresar lo que siente, toooodos los días me dice varias veces: "Qué bonita es Nueva Zelanda".
    Es en el único país donde lo ha dicho cientos de veces.
    Por cierto, está en Tongariro de excursión, seguro que vendrá maravillada. Ni se acuerda de llamar...

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  3. Vaya experiencia!!
    Menudo fin de semana, ya nos dareis los datos para llevarme a los niños un fin de semana! las fotos en tu línea, preciosas!

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  4. ¡Qué emocionante y qué envidia más gorda!

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  5. Me acabas de proporcionar un momento maravilloso no exento de cierta envidia por no haber podido participar como tú lo hiciste de esa experiencia única. Me conoces y sabes lo que significaría para mi, :-) al final me tendríais que haber arrastrado hasta la orilla pues me quedaría extasiada viendo a todos esos animales encantadores y esa escena tan entrañable del pequeño delfín y su familia.
    Preguntas que qué tiene Nueva Zelanda, pues yo sin haber estado allí diría que un amor y un respeto enorme por la naturaleza que todos deberíamos de copiar.
    Después de este reportaje sólo puedo decirte una cosa ¡Gracias!

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  6. De paseo por tu blog me encuentro con este regalo. Aún me dura la emoción.
    Tienes una forma de contar las cosas que haces que el lector las viva. Siempre he creido que serías una magnifica escritora, tal vez algún día te animes.
    Las fotos son estupendas. La península de Banks ya me impresionó en Asturianos por el mundo, espero disfrutarla pronto.
    Besinos.

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  7. Deberías llegar a un acuerdo con el "ministerio de turismo" neozelandés . Que te paguen por la promoción que haces al en kms de avión para que puedas volar a Asturias cuando te de el ramalazo.

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  8. Nasón, gracias por el enlace a la poesía cantada, es preciosa y no la conocía :). Sí, el color del agua en Nueva Zelanda es irreal, tal y como si la hubiese pintado un niño.

    Andrómeda, Tongariro es mi lugar favorito de la Isla Norte, tu niña va a volver encantada de la vida y seguramente querrá volver. De hecho, el Tongariro Crossing es una excursión que os recomiendo a toda la familia.

    Andrés, encantada os doy el teléfono de la compañía que alquila los kayaks. ¡Y a lo mejor hasta me apunto a volver otra vez!

    Tita, pues ya sabes, a venir a visitarme (PD. tienen chalecos salvavidas especiales para peques ;)

    Calandra, el reportaje de hoy lo hice contigo en mente, sabiendo que tú lo apreciarías de manera especial. Aunque no estabas allí físicamente, créeme que estabas en mi corazón.

    Mamitú, ya os tengo reservados los kayaks, así que vete preparándote. No puedo garantizarte que los delfines estén tan juguetones como el domingo, pero se intentará.

    Anónimo, le tendré que mandar un correíllo a John Key, que aparte de ser el Primer Ministro es también Ministro de Turismo, que el dinerillo vendría bien, sobre todo ahora que vuelvo a ser estudiante jejeje...

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  9. Me parece increible que animales tan indefensos como éstos aún tengan el ánimo de interactuar con el ser humano, ¡increible!
    Espero poder tener una oportunidad así algún día, aunque con mi suerte igual me acerco emocionada, detectan mi "olor a ciudad" y lo que recibo a cambio es un mordisco o una bofetada con la cola de alguno de ellos jajajaja

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  10. Vino de Tongariro encantada no, lo siguiente. :)

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  11. Ni que decir tiene que nadar con ellos fue una de las mejores experiencias....

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  12. Mágico! No tengo palagras, las fotos ya dicen todo

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