sábado, 10 de diciembre de 2011

¡¡¡TeRrEmOtO!!! Nuestra historia.

Mapa geológico de Nueva Zelanda de antes de 2010.
Nótese la falta de fallas conocidas en Christchurch 

Nueva Zelanda está situada en el límite entre dos enormes placas tectónicas: la placa Indoaustraliana, y la del Pacífico. Las numerosas cadenas montañosas, volcanes y actividad geotérmica  no dejan duda alguna de la inestabilidad geológica de este país. En 1931, las ciudades de Napier y Hastings fueron arrasadas por un terremoto de magnitud 7,8 en el que 256 personas perdieron la vida, y las dos ciudades tuvieron que ser completamente reconstruidas. Más recientemente, en Julio de 2009, otro terremoto de idéntica magnitud sacudió el área de los fiordos de la Isla Sur; tan brutal fue el movimiento sísmico, que a consecuencia de él, Nueva Zelanda ahora se encuentra 30 cm más cerca de Australia.

Los terremotos no son una sorpresa en este país. Pero a veces sí puede ser una sorpresa en dónde ocurren y con qué frecuencia. Como los terremotos de Christchurch de 2010 y 2011.

El 4 de Septiembre de 2010 a las 4:35 de la mañana, un terremoto de magnitud 7.1 sacudió Christchurch. En una situación sin precedentes en la historia, no se produjeron víctimas, y los daños, aunque abundantes y costosos, no fueron capaces de sofocar el enorme alivio y la alegría de sentir que habíamos evitado el desastre por los pelos. Aunque todo terremoto que se precie es seguido por un número de réplicas, las que siguieron a aquél terremoto de Septiembre fueron muchas y muy fuertes. Sin embargo, nadie sospechaba lo que el destino nos tenía preparado.

El 22 de Febrero de 2011, a las 12:51 pm, otro terremoto de 6.3 de intensidad, pero mucho más superficial y cuyo epicentro estaba situado mucho más cerca del centro de la ciudad, arrasó Christchurch y acabó con la vida de 182 personas. Algunos edificios se derrumbaron como una torre de cartas, como el Pyne Gould y el CTV; en este último trabajaban no sólo los equipos de TV regional de Canterbury, sino que también se utilizaba para dar clases de inglés a estudiantes de muchos países. Varios coches y autobuses fueron aplastados por los cascotes, llevándose consigo las vidas de los que viajaban en ellos. Miles de habitantes de Christchurch perdieron sus casas, o las vieron hundirse en licuefacción. Pánico. Desolación. Desesperanza.

Desde el 4 de Septiembre, más de 7600 réplicas han sacudido la ciudad de Christchurch y sus alrededores.

Y contando.

Nuevas fallas descubiertas alrededor de Christchurch tras los terremotos de Septiembre 2010 y Febrero 2011.
Los círculos representan réplicas.

Esta es la historia general de lo ocurrido, la que se puede consultar fácilmente en Wikipedia. No obstante, cada habitante de Christchurch, cada turista que tuvo la mala suerte de estar en la ciudad uno de esos fatídicos días, tiene su propia historia.

Hoy voy a contaros la mía.

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Queenstown, Nueva Zelanda

El 3 de Septiembre de 2010 era sábado. Yo llevaba ya una semana en Queenstown, una ciudad turística en medio de unos paisajes espectaculares, en el centro de la Isla Sur. Estaba allí para una conferencia de Biología Molecular, y me había quedado el fin de semana para aprovechar la nieve y hacer algo de snowboard en las magníficas montañas que rodean la zona. Él se había quedado en Christchurch cuidando de nuestra perrita Muri, que entonces tenía sólo 6 meses. Mi compañera de trabajo, Rita, y yo, nos habíamos pasado la noche de juerga con otros asistentes a la conferencia y habíamos vuelto tarde a nuestra habitación compartida del hotel. Ambas estábamos profundamente dormidas.

En medio de la noche, me despertó un ruido extraño... Clack, click, clack, clack... Amodorrada y sin querer despertar del todo, conseguí identificar el origen del claqueteo: las perchas del armario ropero chocaban unas contra otras. "¿Qué leches hace Rita en medio de la noche moviendo las perchas?", pensé. Ella me dijo más tarde que había pensado exactamente lo mismo. Pero no tuve tiempo de comprobar que Rita seguía en su cama, porque inmediatamente la mía empezó a agitarse. Completamente despierta ahora, me llevó un par de segundos asimilar lo que estaba sucediento. Rita lo vocalizó antes de que yo pudiera hacerlo: "¡Oooohhh, así es como se siente un terremoto!". "¡Uauh, eso parece, cómo mola, nunca había sentido uno!", "Yo tampoco, oye, y sigue, y sigue...".

Efectivamente, aunque no lo suficientemente fuerte como para asustarnos, el movimiento se mantuvo durante más de un minuto. Era como estar en una lavadora. Tropezando con mis propios pies, me levanté de la cama y miré por la ventana. Un chico que debía volver de juerga caminaba delante del hotel, tambaleándose. "Fijo que éste no sabe si se tambalea por el terremoto o por la melopea". Las bromas y risas siguieron hasta que se calmó el suelo. Antes de volver a la cama, le mandé un mensaje a Él por móvil. "Hola Kiwi, ¡acaba de haber un terremoto aquí! ¡ha sido muy emocionante! Ya te cuento cuando vuelva. Te quiero, un besazo, C". Una vez le di a "enviar" dejé el móvil en la mesita, me di la vuelta y me dispuse a seguir durmiendo. Obviamente, eran casi las 5 de la mañana y no esperaba respuesta.

La luz del móvil se encendió y dio el tono de mensaje.

Lo cogí, confundida... ¡qué raro! Abrí el mensaje.

"De emocionante nada. Ha sido aquí. Muy, muy fuerte. Muchas cosas rotas. No encuentro a Muri. Te llamo luego."

En ese momento, el corazón se me encogió. "Rita, llama a casa inmediatamente. ¡El terremoto ha sido en Christchurch!". Nunca olvidaré su expresión de pánico mientras buscaba su móvil. Rita tiene dos niñas pequeñas, que estaban con su marido en una casa de alquiler justo en el centro de Christchurch. Una casa de ladrillo.

Incluso yo pude oír los gritos de su hija mayor cuando su marido cogió el teléfono. "¡Todo destrozado! ¡Estoy cogiendo a las niñas para sacarlas de casa! ¡No puedo bajar las escaleras, esto sigue moviéndose". "MMMAAAAAMMMIIIIIIIIIIIII" "Dios no, aquí viene otro. ¡Tengo que colgar! te llamo luego...".

El aeropuerto de Christchurch estaba cerrado. Rita y yo alquilamos un coche a la mañana siguiente. Queríamos estar en casa, con los nuestros. Queríamos ver.

Nunca estaré lo bastante agradecida a las leyes de la probabilidad por ser tan generosas conmigo. Él y yo estábamos bien. En nuestra casa se habían roto muchas cosas, pero la casa en sí estaba intacta. La familia de Rita también estaba perfectamente, aunque su casa no tanto... pero creía que podría salvarse la estructura, después de unos cuantos trabajos de reparación.

El edificio de la Facultad de Medicina, donde trabajo (o debería decir "donde trabajaba"), tiene 8 pisos y sufrió algunos daños en el terremoto de Septiembre. Sin embargo, los ingenieros le dieron el visto bueno, y sólo perdimos un par de semanas de trabajo mientras se revisaban todas las estructuras exhaustivamente. En los laboratorios, algunos matraces, vasos de medida y otros utensilios de cristal se rompieron, un par de máquinas cayeron al suelo... pero nada demasiado grave.

El humor de Christchurch pasó del horror al júbilo. "Alguien velaba por nosotros ahí arriba". "La catedral se ha salvado, es una señal". "No hay muertos, ahora hay que seguir adelante."

Poco nos imaginábamos entonces...

22 de Febrero de 2011

Me pasé la mañana alternando entre el laboratorio, en el segundo piso, y mi oficina, en el quinto. Haciendo algún experimento, rellenando una solicitud de proyecto, escribiendo y contestando correos electrónicos, de vuelta al laboratorio... un día normal. Una de las muchas ventajas de trabajar en la Facu de Medicina es que está justo al lado del centro, de modo que a la hora de comer puedes ir a una cafetería, o dar un paseo, o sentarte en los Jardines Botánicos a leer un artículo. Ese día tenía un cupón de descuento para ir a comer al restaurante Joe's Garage, cerca de Latimer Square. Pero la mañana amaneció cubierta, y con llovizna. Cerca de las 12 el tiempo no mejoraba. "¿Voy al centro? ¿No voy? Mmmmhhh... Naaa, uso el cupón mañana. Hoy me quedo a comer en el hospital".

Curioso, ¿verdad? Cómo son a veces las decisiones más inocuas, más inocentes, las que te pueden salvar la vida.

Me comí el almuerzo en el restaurante del hospital. Pero todavía me quedaba algo de gusanillo, y recordé que en el piso bajo hay una cafetería chiquitita, que sirve una tarta de plátano buenísima. "¿Por qué no?". Y allí me fui. Ya había acabado mi pedazo de tarta, y estaba terminando de leer un artículo de una revista. En 5 minutos me levantaría y volvería a la oficina.

12:51 pm

Una fuerte, pero breve sacudida, dejó la cafetería y el resto del hospital en silencio. A estas alturas estábamos más que acostumbrados a las constantes réplicas, algunas de más de 4.0, por lo que únicamente pensé: "Uy, esta réplica fue bastante fea". Aunque sólo llegué al "Uy, esta rép..." antes de que el mundo se viniera abajo.

Y es que fue así como lo sentí. El suelo no sólo se movía... ¡saltaba! Arriba, abajo, a los lados... tanto que apenas podía mantenerme en pie. A mi alrededor empezaban a sonar los gritos de terror de los clientes de la cafetería y los pacientes y visitantes del hospital. "Mierda... ¡MIERDA!", pensé, y me abalancé debajo de la mesa... Una mesa de plástico de lo más enclenque, de unos 70 cm de lado como mucho. Cualquier cascote que le hubiese caído encima la hubiera destrozado. Pero no había nada más, así que allá me fui... me agarré con las dos manos a la pata de la mesa, cual paraguas de Mary Poppins, y sentí que las sacudidas se hacían más fuertes. Oí las botellas, tazas y vasos desplomándose y haciéndose pedazos a mi alrededor. No las vi, porque había cerrado los ojos muy, muy fuerte. Recuerdo haber pensado: "Estoy en el piso bajo, tengo 8 pisos encima mío, y este edificio se cae". El movimiento era tan brutal, que me parecía imposible que no se cayera.

Y esperé. Esperé a que parara. No hay palabras para describir lo absolutamente indefensa e inútil que te sientes cuando la Naturaleza toma las riendas. Recuerdo un sentimiento de resignación, en plan de "Bueno, lo que tenga que pasar, que pase". Duró una eternidad, y a su vez no creo que pasara de los 20 segundos. Tan pronto como había venido, se fue, y el suelo volvió a parecer estable... aunque nunca más volvió a sentirse seguro, y no creo que vuelva a serlo jamás para nadie que haya vivido un terremoto. Abrí los ojos con cuidado, preparándome para otro temblor. Cuando vi que no ocurría, salí de debajo de la mesa con cuidado... el suelo estaba cubierto de cristales, y todo estaba a oscuras. Gritos y llantos a mi alrededor. En la mesa de al lado, una pareja de viejecitos miraba a todas partes, sin saber qué hacer, completamente confundidos. Los agarré a uno de cada brazo y me los llevé conmigo: "¡Vamos, tenemos que salir de aquí!". Por el camino tuvimos que esquivar botellas, vasos, mesas y sillas, una silla de ruedas volcada, una botella de suero en su percha... En la puerta de entrada ya estaba uno de los vigilantes de seguridad dirigiendo a la gente. "¡Salgan todos! ¡No vuelvan atrás! ¡Todos afuera!". Salimos los tres y, como la mujer de Lot, no pudimos evitar mirar atrás.

Las imágenes están grabadas en mi mente.

En los pisos primero y segundo, los pacientes miraban aterrorizados por la ventana y golpeaban el cristal. "¡Sacadnos de aquí!", parecían decir. Encamados, algunos enganchados al suero intravenoso, no podían salir por sí mismos. Intenté volver atrás, pero los guardias de seguridad me cerraron el paso: "No se entra, sólo se sale". No podía despegar mis ojos de aquellas personas aterrorizadas en los pisos de arriba. Se me llenaron los ojos de lágrimas.

Los dos viejecitos me cogieron del brazo. "Vamos a darnos un abrazo", dijeron. Y así, abrazados los tres a la puerta del hospital, nos pilló la primera réplica del terremoto de Febrero. Una vez más, el suelo empezó a moverse, y me di cuenta de que no podíamos quedarnos allí. Junto con otros trabajadores de la facultad, detuvimos el tráfico en la calle Riccarton - los coches ya empezaban a amontonarse en ambas direcciones: los que querían escapar de la ciudad, y los que querían encontrar a sus seres queridos - y creamos un pasillo para que los desalojados accedieran al parque Hagley.

Vecinos de Christchurch en el parque Hagley, tras el terremoto de Febrero

Desde allí, observamos indefensos los acontecimientos. Los teléfonos móviles eran inútiles: las llamadas ni entraban ni salían. Le mandé un mensaje a Él, confiando que estuviese en su oficina a las afueras de Christchurch, y que no le hubiese ocurrido nada. ¿Qué podía hacer, más que confiar? Entre la gente en Hagley, localicé a una de mis amigas, Sabina. Su novio, Miguel, un español, trabajaba en el centro. Ella intentaba mandarle un mensaje. Todo era confusión, madres desesperadas por localizar a sus hijos, hijos desesperados por localizar a sus padres, maridos, mujeres, novios, nadie sabía dónde estaba nadie. Ambulancias, helicópteros, bomberos y policía empezaron a circular, y sus sirenas se sumaron a las de las alarmas de los coches. Aquello era el caos.

Algún tiempo después - pueden haber sido minutos u horas - Miguel apareció, buscando a Sabina. Alivio enorme. pero la cara de Miguel lo decía todo. "¿Cómo está el centro?", preguntamos. "Destrozado", la respuesta. Y luego la frase que, más que ninguna, nos dio una idea de la gravedad de la situación: "La catedral se ha caído". La catedral de Christchurch, el símbolo de la ciudad, de la fuerza. Ya no estaba.

Fue esta frase la que me hizo consciente de algo mucho más importante que cualquier edificio. "Dios... esta vez debe haber muertos".

Y sí, vaya si los había.

Daños en la calle Riccarton, de camino a mi casa

Sabina, Miguel y yo volvimos andando a casa. No tenía sentido tratar de recuperar mi coche, que estaba aparcado en casa de Rita, justo en el centro. Caminamos durante horas, siendo testigos de los daños en la calle Riccarton, donde varios edificios se habían derrumbado completamente. En casa de Sabina, paramos a ir al baño y yo tomé prestado un jersey, ya que el tiempo era fresco. Miguel se quedó allí poniendo algo de orden en el caos de su casa, y Sabina y yo seguimos andando hacia mi casa. Los dos se sentían más seguros conmigo, más lejos del centro.

Después de una eternidad, llegamos a nuestra casa, aún en pie. Se abrió la puerta... y allí estaba Él.

Felicidad.

Habíamos sobrevivido.



Joe's Garage, el restaurante en el que iba a comer ese día, se derrumbó parcialmente en el terremoto. Una persona murió, y muchas otras resultaron heridas. Aún conservo el cupón, que me recuerda el valor y la fragilidad de la vida.

Él tenía una reunión de trabajo a las 3 de la tarde en uno de los hoteles que rodean la plaza de la catedral. A día de hoy, ni él ni yo sabemos si ese hotel se derrumbó o está aún en pie. No queremos saberlo.

Aunque mi pareja y mis amigos están todos bien, conozco a muchas personas que han perdido a seres queridos. Una compañera de trabajo de Él perdió a su padre. Una prima de Él perdió a dos amigas. Pedro Carazo, el dueño Pedro's, el restaurante español más famoso de Christchurch, perdió su restaurante, su casa... y a su hijo Chris, en el derrumbamiento del edificio CTV.

Muchos amigos han perdido sus casas. La de Rita estaba en tan mal estado que tuvo que ser derrumbada. Otros amigos aún esperan la resolución del EQC ("Earthquake Commission") para saber si las suyas pueden salvarse.

La Facultad de Medicina fue gravemente dañada en el terremoto de Febrero, y ha estado cerrada y en reparación desde entonces. Los empleados de la universidad hacen su trabajo desde laboratorios y oficinas temporales. Mi laboratorio está ahora en un edificio de la Universidad de Canterbury, y mi oficina es mi casa.

En la vida siempre hay algunas cosas que damos por sentadas, cosas permanentes que nos anclan a este mundo y que "siempre estarán ahí". El cielo sobre nuestras cabezas, el aire que respiramos...

...el suelo bajo nuestros pies...

Nunca más.

13 comentarios:

  1. He leido el relato con un nudo permanente en la garganta. Es cierto que todos tenemos un mecanismo que nos evita hacer pensar constantemente en la fragilidad de la vida y poder seguir con el día a día, pero momentos tan extremos como este que sufriste dan un toquecito en el hombro para reordenar prioridades.
    Me encanta percibir a través de tus escritos la vitalidad y el optimismo que tienes: muchísimo ánimo para este nuevo y emocionante proyecto que empiezas y, nunca está de más repetirlo, tienes todo mi cariño y mi apoyo.
    Ojalá te recuerden todas las mujeres que acudan a ti como profesional con el mismo aprecio y agradecimiento que guardo yo para las matronas que tuve la suerte de conocer durante mis embarazos, y puesto que tú eres una persona excepcional, no me cabe la menor duda de que así será.

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  2. Me dan miedo las alturas y siempre comento que quiero mis pies en el suelo, tocando la madre tierra. Debe ser tremendo sentir como ésta se mueve buscando afianzarse y no poder hacer nada, solo esperar.
    Creo que tenéis una casa en el museo de Nueva Zelanda donde se simula un terremoto, ¿será cosa de probarlo?
    El mundo es de los valientes y tú has demostrado con creces que lo eres. Sigue conservando el cupón, es un magnífico amuleto.
    Besinos.

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  3. Buf, a veces te libras de cosas de chorra, sin saber por qué. Y la sensación que se te queda luego no se sabe muy bien si es de alegría o de angustia por lo que podía haber pasado. Aunque siempre suele ser una mezcla de las dos.
    Pero, ¿la facultad de medicina tuvo daños estructuraleso sólo fueron de mobiliario? Ese tipo de edificios (hospitales, etc.) suelen ser los más seguros, debido a las obligaciones de las normas sismorresistentes)

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  4. A pesar de conocer muchas de las cosas que cuentas, leerlo narrado de la manera en que lo haces lo vuelve tan real que el miedo, la angustia y la tristeza lo siento como si hubiera estado yo ahí en esos momentos.
    No pude evitar que los ojos se me llenaran de lágrimas, por una parte por el miedo y por la angustia y por otra por la alegría de que hayas sobrevivido a todo eso. Confío en que los terremotos sigan respetando tu vida y que la Madre Tierra se tranquilice y nos perdone a todos por lo poco que la cuidamos.

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  5. El contarlo ayuda a superar el trance.

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  7. Jo prima, ya sabía la historia, incluso te la había oído, pero no se..esta vez me ha parecido mucho mas...cruda!
    Un beso. Alba

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  8. Se me ha puesto la piel de gallina, no me puedo imaginar pasa por algo asi, espro que estes bien y no te haya pasado nada a ti ni a ninguno de los tuyo (y a nadie en general tampoco) en el terremoto de hoy.
    P.D: Acabo de ver en el spaniards que estais bien, espero que no tengais mas replicas durante una temporada

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  9. Parece que seguís con movimientos telúricos por la zona. El blog hace días que no se actualiza..

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  10. Unas de las razones por las que te seguía en el antiguo blog, solo una de ellas, era la facilidad que tenías para meter a tus lectores dentro de la historia, hacernos partícipes de ella.

    Sigues teniendo la misma facilidad, sigues sabiendo contar una historia, meternos en la historia, trasladarnos emociones, sentimientos, sensaciones.

    Un tiempo después del terremoto de christchurch te mandé un email preguntando, esperando, si estabas bien... no recibí respuesta y a ratos imaginé lo peor.

    Pero no... te volví a ver activa por Spaniards y, no sé cómo ni por qué, porque un blog no es más que un blog, respiré un poco aliviado.

    Me alegro de que estés de vuelta.

    Un saludo,
    miguel

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