sábado, 5 de mayo de 2012

Del dolor a la alegría

Después de que el viernes la comadrona de Susana nos hubiera dicho que su cérvix aún no se había empezado a dilatar, así que no esperásemos un parto inminente, me preparaba para un fin de semana tranquilo. Poco me esperaba yo que el sábado a las 6:15 de la tarde me llegaría la esperada llamada: Susana estaba teniendo contracciones, llevaba con ellas desde las 2 de la tarde y ahora eran más frecuentes y dolorosas. La comadrona y yo llegamos a su casa, y un examen vaginal confirmó que Susana estaba definitivamente en parto activo, dilatada ya 3 cm. Con mi nula experiencia en esto yo casi me esperaba un viaje a 200 km/h hasta el hospital de Lincoln con el niño casi que naciendo en el coche, como en las películas. Pero no, la comadrona se lo tomaba con muchísima calma. "Te recomiendo que te quedes en casa hasta que las contracciones se vuelvan más intensas y sientas la necesidad de empujar", le dijo. "Tu casa es el lugar donde vas a estar más cómoda, así que cuanto más tiempo estés en ella, más relajada estarás". Lo de "relajada" debía ser de coña, porque la pobre Susana parecía de todo menos relajada. Así que Susana y Paul se quedaron en casa llenando la bañera para ver si el dolor era menor en el agua, y la comadrona y yo nos volvimos a casita.

Como podréis haceros una idea, yo no fui capaz de hacer otra cosa que mirar el reloj y el teléfono cada 5 minutos. Por suerte tuve la oportunidad de cenar, porque poco me imaginaba yo que sería la última comida que iba a hacer en 16 horas, aparte de un par de galletas y muchas tazas de café.

A las 10 de la noche por fin llegó la llamada... Susana y Paul salían para Lincoln, y para allá fui también yo.

No os puedo dar muchos detalles específicos del parto, por temas de confidencialidad. Pero sí puedo deciros que me impresionó el dolor y el sufrimiento prolongado que vi en la pobre Susana. En la tele siempre te resumen los partos en 15 minutos como máximo, y es imposible apreciar el sentimiento de impotencia que te abruma cuando tienes a tu lado a una mujer a la que llevas acompañando en su embarazo desde hace ya tiempo, y con quien te has encariñado, pasar por semejante calvario. Siempre que se oye hablar de esto, las palabras que llegan a tus oídos son "es maravilloso, lleno de energía, el milagro de la vida". Y sí, lo cierto es que el proceso por el que un niño pasa de ser una forma indefinida dentro de la barriga de su madre, a presentarse allí delante de ti como un ser humano completamente formado y, por fin, independiente, es impresionante. Pero también es cierto que el sufrimiento, la indignidad y el dolor por los que pasa una mujer son abrumadores. Yo, que no soy una persona excesivamente espiritual, me encontré preguntándome varias veces dónde estaba la magia y la belleza, sobre todo durante una contracción particularmente dolorosa y cuando todo lo que se podía percibir en aquella habitación era sudor, sangre y otros productos orgánicos que no mencionaré; cuando podía identificar en la expresión de Paul la angustia y la frustración de ver a su mujer sufrir y sentirse inútil, porque hay poco que pueda hacerse aparte de apretar la mano y animarla; cuando la comadrona, sonriente, le decía a Susana que "lo estás haciendo fenomenal", y yo pensaba "si me dice eso a mí en medio de una contracción, le solmeno una patada en los morros"; cuando yo no sabía qué hacer, si estar allí al lado de Susana, o dejarla sola para tener un poco de privacidad. Personalmente, durante aquellos momentos, sólo podía comparar el proceso del parto con una tortura cruel y prolongada.

Y de pronto, tras horas y horas de contracciones, de empujones, de dolor... La cabeza del bebé se hizo visible. Y la expresión en la cara de Susana cuando se lo comentamos, y cuando ella misma pudo tocar la cabecita de su hija aún dentro de su cuerpo, me dio la pista de por qué, incluso las mujeres que sufren complicaciones durante el parto, las que tienen que lidiar con hemorroides, con desgarros que requieren cirugía, con forceps... incluso las que lo pasan peor que Susana, que no necesitó más analgesia que un par de Panadoles y algunas aspiraciones de gas y no sufrió desgarros, te cuentan después que todo mereció la pena.

El bebe salió del cuerpo de Susana en tan solo un par de empujones, después de 22 horas de parto. Y ya se puso a llorar ella solita un par de segundos después de hacer su aparición. Al contrario de lo que estamos acostumbrados en las películas y en muchos hospitales, nadie agarró al bebé, lo limpió, lo esterilizó, le cortó el cordón umbilical ni nada de eso... tal y como estaba, tan solo envuelto en una toallita y aún unido a su madre por el cordón, el bebé se fue directo a los brazos de Susana, piel con piel. Aunque Susana aún estaba demasiado exhausta como para reaccionar, el momento en el que los tres (el nuevo papá, la nueva mamá y la nueva vida) se quedaron en silencio, mirándose embobados el uno al otro, fue un contraste tan brutal al sufrimiento de las horas anteriores, que nadie quería decir nada ni hacer el más mínimo ruido para no romper el hechizo. Y allí nos quedamos todos, sonriendo, hasta que la comadrona, que había esperado a que el cordón acabase de palpitar, le ofreció a Paul las tijeras para que fuese él quien permitiera a su hija convertirse en una personita completamente independiente - otras familias deciden dejar al bebé unido a la placenta hasta que el cordón se seca y desprende por sí solo (lo que se conoce aquí como "parto Lotus").

Tras dar a luz a la placenta y ayudar a Susana a recuperarse un poco, nada más nos quedaba por hacer a la comadrona y a mi que volver a casa, comer algo, recuperar horas de sueño y reflexionar acerca de lo que acabábamos de contemplar. Para ella, uno más de los bebés de cuyo nacimiento había sido testigo. Para mí, el primero, el más especial, el que recordaré toda mi vida.

Al día siguiente pregunté a Susana qué opinaba de la experiencia del parto. "A decir verdad", me confesó, "¡ya se me está olvidando la mayoría de lo que pasó!". Me quedé alucinada... ¿22 horas de dolor y angustia y, apenas 24 horas después, ya se le estaban olvidando? Ciertamente yo podía recordar cada minuto de aquel día, y dudo que se me olvide jamás. Pero ahí está la diferencia... no era yo la que daba a luz. La protegida por una ensalada de hormonas que se asegurarían de que lo más recordado de aquel día no sería el dolor, sino el júbilo de conocer a su hija, era Susana. Para ella todo el dolor y sufrimiento tenían un propósito, que estaba ahora en sus brazos.

También recordaba Susana el apoyo de la gente a su alredeedor, por el que estaba muy agradecida. Me lo dijo mirándome a los ojos y con una sincera sonrisa en sus labios. Y se me encogió el corazón, ya que tras muchas horas dudando de que mi presencia allí hubiera servido más que para estorbarla en tan delicado trance, yo no estaba muy segura de mi papel. Y descubrí que el simple hecho de ponerle una toalla caliente en la espalda, o una fría en la frente, de apretarle la mano cuando el dolor parecía insoportable, de asegurarme de que tenía agua a su alcance cuando estaba sedienta, el gas a mano cuando lo necesitaba, y una palabra de apoyo y ánimo cuando parecía que estaba desesperada... resultó que todo eso no se olvida, y que le ayudó a que todo fuese más llevadero, a concentrarse en lo que hacía, en seguir adelante. Que es todo lo que necesitaba.

Hoy hay una mamá y un papá acunando a su nueva hija en Christchurch. Y yo estuve allí para verla nacer. Es la primera. pero me muero de ganas de conocer a muchos más.



5 comentarios:

  1. Al igual que la niña tardó en nacer pero mereció la pena, también mereció la pena la espera de tu relato de ese importantísimo momento tan repetido a lo largo de la humanidad y sin embargo tan nuevo cada vez que se produce.
    Estoy segura que por muchos partos más a los que asistas, este será especial para ti y a pesar de haberte impresionado tanto el largo sufrimiento de Susana veo que estás animada para continuar con esta carrera que elegiste.

    Felicita a los padres y transmíteles mis mejores deseos para ellos y la niña, y para ti un fuerte abrazo con todo mi cariño

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  2. ¡Buf! Es tan real tu relato que casi me he sentido a tu lado durante el parto. En cuanto a la falta de intimidad de la nueva mamá te diré que en esos momentos de dolor lo que menos importa es que te vean los de alrededor, solo se desea que todo acabe pronto y tener a tu pequeña en los brazos sana y completa.
    Enhorabuena para todos y un besín a la nueva terrícola de mi parte.
    Para ti muchos besinos.

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  3. Enhorabuena a los nuevos papás y bienvenida a la peque, les deseo lo mejor a los tres.
    Es cierto que el proceso fisiológico del parto es impresionante, y genera multitud de sensaciones y sentimientos, pero, como bien dices, cuando todo sale bien y la criatura está en brazos de la madre, se olvida el dolor. ¡Qué sabia es la naturaleza!
    Quiero hacer dos comentarios:
    Primero: El consejo de “aguanta en casa” me da pavor, una vez que ya ha empezado el proceso de parto.
    Segundo: Casi me caigo de la silla cuando he ampliado un poco la información sobre el parto lotus ¡Hay gente para todo!

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  4. Un placer volver a encontrarte y seguir tus nuevas aventuras.

    Te echaba de menos.

    Un beso

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  5. Y los bebes que te quedan por conocer maja... y los partos por asistir...

    Ante todo FELICIDADES A LOS FELICES PADRES Y A LA FELICES MATRONAS!!!!

    Existe la figura de la doula que, hasta donde tengo entendido, es la persona que cuida de la madre especialmente durante el parto... eso será porque los padres somos dudosos, si asistimos alguien nos vigila para apartarnos si ven que nos mareamos y cosas de esas... Naturalmente todo esto en tu casa o en determinados hospitales...

    Lo de las pelis sucede más a menudo de lo que pensamos, al menos aquí. Aunque por fortuna se va tendiendo a que una vez nazca el o la bebé el primer contacto piel con piel sea lo primero que se hace si no se aprecian complicaciones evidentes, los profesionales sanitarios prefieren curarse en salud y descartar cualquier cosa. No te digo nada si encima es una cesárea, donde el padre tiene que esperar fuera sin poder acompañar ni presenciar nada. Luego el niño o niños desaparecen de tu vista y lo mismo la madre hasta que terminan de revisarlos, tras dejarte hacer un sneak peek...

    Y no te digo nada cuando te has tragado todas la clases preparto de preparación de suelo pélvico, preparación de pujos, masaje perineal y ensayos con el epinó (se dice así?)... y te dicen que un parto de nalgas y además con el otro en transverso encima hacen imposible un parto natural.
    Para la madre todo ese sufrimiento que has descrito desaparece, pero presenciar una cesárea en la que ves literalmente como abren a tu doña como una lata de sardinas, tiran de las piernecitas de los que serán tus hijos como si fueran muñegotes es la leche... pero todo eso desaparece cuando ves esa cosita envuelta en esa capa de mantequilla blanquecina...

    No hay piel con piel ni corte de cordón umbilical (hay que hacer preservación de células y tejido porque lo has pedido y pagado), esperas en una habitación sin saber nada de tu señora que se está recuperando en el postoperatorio, tampoco puedes estar con tus hijos porque hasta que no suba la madre no te dejan, y eso que los ves en la pecera y un puñetero cristal no te deja ni acercarte... Pero tú sigues flipado por lo que acabas de ver, y la carita que tienen los peques... y eso te sirve (a pesar de la borde de enfermera que te dice que te esperes a que venga el médico para saber algo de tu familia).

    Entonces llega el momento, ella llega y traen a los 2, los tienes en brazos por primera vez y se te caen las lágrimas, la baba y te entran ganas de mear... Ya, todo lo demás carece de importancia... están aquí, están bien, tu familia está bien... y aunque sabes que de ahora en adelante te va a tocar dormir una mierda, tu vida individual casi desaparecerá y que vas a tener mil ojos y hacer más cuentas para llegar a fin de mes... da igual, todo es perfecto, están aquí y son grandes dentro de lo pequeños que son... todo es perfecto, ellos son perfectos.

    En fin, sea como se el parto, la sensación y el sentimiento veo que son los mismos...

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